Cuando añadimos sal a la comida, sus moléculas modifican las del alimento, cambiando la composición química del mismo”, indica Andrea Marqués, nutricionista del Instituto Médico Europeo de la Obesidad (Imeo). El resultado es un sabor potenciado, más sabroso y atractivo para el paladar.
Publicidad:Pese a ello, cuando se superan unos límites en la cantidad del condimento, es el propio organismo el que rechaza su ingesta. Estos son los motivos que despiertan la relación de amor/odio con el cloruro sódico.
Si has tragado agua alguna vez en el mar, habrás comprobado que la sensación al paladar no es agradable. Según revela un estudio publicado en la revista Nature, cuando ingerimos altas dosis de sal se estimulan los receptores amargos y agrios del gusto. Esto, provoca que la comida con exceso salino sea desagradable.
Publicidad:Sin embargo, cuando se encuentra en la cantidad justa, se fomenta el apetito. Estas sensaciones enfrentadas ayudan a mantener el consumo apropiado de sal.
El exceso de sal puede aumentar la presión arterial y desencadenar trastornos renales y carviovasculares”
“Es un mineral indispensable para la vida que el cuerpo humano necesita para funcionar correctamente. Contribuye a regular la presión arterial, controla la cantidad de agua del organismo y es esencial para que el sistema nervioso transmita impulsos al cerebro y para la relajación muscular”, describe Carmen Escalada, nutricionista clínica de IMEO.
Por el contrario, su abuso, desencadena una serie de efectos en el cuerpo que pueden resultar peligrosos. “La cantidad de sal que los riñones no son capaces de eliminar se acumula en la sangre. Esto aumenta la presión arterial (hipertensión), lo que puede terminar desencadenando trastornos renales y cardiovasculares”, continúa.